
¿Alguna vez has intentado crear o actualizar un curso en línea? Muchos creen que basta con subir unos videos, pero la realidad exige un gran trabajo de diseño, producción multimedia y evaluación.
Los estudiantes y empleados de hoy esperan algo más que diapositivas estáticas: quieren actividades interactivas, evaluaciones dinámicas y rutas de aprendizaje personalizadas que los mantengan enganchados. Aunque la inversión inicial en tiempo y dinero puede parecer alta, las organizaciones que subestiman este proceso a menudo terminan con cursos mediocres y tasas de finalización muy bajas.
Las instituciones educativas y las áreas de capacitación corporativa que sí apuestan por un diseño profesional suelen ver beneficios claros, como mayor alcance (incluso internacional), mejores tasas de satisfacción, sólida reputación y menos costos de rediseño en el futuro.
En este proceso, el costo de oportunidad para los profesores universitarios y expertos de la industria es alto: las horas invertidas en la creación y perfeccionamiento de contenidos podrían haber sido dedicadas a investigación, tutorías o labores estratégicas.
Si bien algunos proveedores de software prometen reducir drásticamente el tiempo de creación, gran parte de este tipo de herramientas no se ha implementado extensivamente en la enseñanza universitaria, donde factores como el rigor pedagógico, el aporte de docentes expertos y la acreditación resultan fundamentales.
Consejo final: Desarrollar cursos virtuales de calidad no se logra con un simple clic. Requiere de una estrategia que priorice buenos materiales, metodologías efectivas y un profundo conocimiento disciplinar y técnico. Por ello, incorporar asesoramiento experto en diseño pedagógico y multimedial en la creación de contenidos es recomendable. En lugar de descuidar la experiencia y lanzar cursos con recursos limitados, conviene pensar en el retorno de inversión (ROI) a largo plazo y ofrecer programas online que reflejen el verdadero compromiso de tu institución con la excelencia.